martes, 29 de junio de 2010


EE UU garantiza el derecho a ir armado

El Tribunal Supremo impide las restricciones locales y estatales a poseer o portar armas - La sentencia anula una prohibición impuesta en Chicago.

(Fuente: ELPAIS.com - junio 29, 2010)

"O sea, considera dichas restricciones
¡¡¡ INCONSTITUCIONALES !!!

Parafraseando el lema de la moneda esa, algo así como:

" In Colt We Trust "

( Claudio Olivos - Junio 29 de 2010 - Santiago de Chile )

viernes, 18 de junio de 2010


Muere el escritor luso

José Saramago

( (r.i.p.) - Noviembre 16 de 1922, Azinhaga (Ribatejo, Portugal) - Junio 17 de 2010, Tías (Lanzarote, España) )

"Los lusos son más bien pocos....
Un pueblo en el que, no obstante, cabe cualquiera.
Gente deleznable (como en todo sitio).
Gente valiosa y querible, la inmensa mayoría....
Y claro, unos cuantos GIGANTES....
Uno de éstos acaba de partir a sus intensos 87 años,
dejándonos el LEGADO de su obra inconmensurable.

Aún así, ¿por qué hubo de irse José?
¿Justo ahora que nos quedan años y años de Cristiano....?"

( Claudio Olivos - Junio 18 de 2010 - Santiago de Chile )

jueves, 10 de junio de 2010


"Terapia de Reconstitución

Geográficafectiva"

(Pócima #1)


( Foto: Cocheras del Metro de Madrid, junto a la Avenida de la Reina Victoria. Distrito de Chamberí, Madrid. Enero 9 de 2009 )



El hombre caminaba sin destino cierto por un Paseo Huérfanos atestado de gente. Lo hacía encapsulado en el incesante ajetreo de un gris y otoñal mediodía santiaguino. Y lo hacía intentando hallar en esos rostros anónimos y fugaces algo suyo; algo de lo que había perdido durante sus años de destierro voluntario en el llamado Viejo Mundo.
Una voz que lo buscó entre la muchedumbre -y que se le hizo familiar- lo sacó de cuajo del marasmo en que se hallaba sumergido. Incluso le hizo perder la sincronía de sus pasos sin rumbo. Una voz en clave de frase cordial que se le encaramó por la espalda:
-Hey…. Amigo, ¿me dice la hora?, por fa
Supo enseguida que era él "el" receptor de la frase y, aún así, buscó un "sustituto" girando la cabeza en todas direcciones. Un ejercicio inútil en la tarea de deshacerse de esa voz y de ese rostro que parecían haber estado esperándole pacientemente muy cerca de un semáforo adscrito al color rojo que todo lo detiene.
Antes de mirar ese reloj azulino que acababa de reestrenar, tuvo tiempo de sobra para otear en rededor y comprobar que en ese paisaje había tantos relojes y tan distintos todos como había allí tanta y tan distinta gente.
Algo avergonzado, le sonrió al hombre y le dijo:
-Un cuarto para la una…
-¿Perdón? –dijo el hombre, extrañado y sin abandonar esa posición en la que con su lado izquierdo sostenía la muralla de una entidad bancaria-. ¿Cómo dijo?
Intempestivamente, una sensación de molestia (que fue incapaz de disimular) le desencajó por completo la cara. Volvió a mirar su reloj y otros cuatro del mobiliario urbano y comprobó que su respuesta había sido la correcta.
Antes de volver a responder, un fotograma de imágenes se apoderó de la esfera de su reloj con tal nitidez que consiguió pellizcarle las retinas. Vívidas imágenes de mediodías como ese mediodía santiaguino, aunque escenificadas muy lejos de allí. Imágenes del Parque del Retiro y de la Plaza de Oriente; de la Puerta de Toledo y del Barrio Chamberí; del Paseo de La Castellana y de la Gran Vía madrileña.... Imágenes que acabaron por desguazarlo al hacerle comprender lo absurdo que resultaba eso de llevar la manecilla más corta de su Paco Rabanne tan a destiempo: en esta ocasión huyendo de "la 1" y persiguiendo "las 7 de la tarde".
-¿Es que no me ha entendido? –espetó al hombre, mirándole con inusitada furia-. ¿He dicho acaso "la una menos cuarto"? O peor: ¿he dicho quizás "las siete menos cuarto"? No señor: he dicho claramente: "¡un cuarto para la una!"
El hombre, sin dejar de afirmar la muralla no perdió la compostura y se defendió diciendo:
-Está bien amigo. No hace falta que se espante de esa manera…
Con el semáforo en verde y dejando al hombre y esa voz a su espalda, retomó la marcha, no sin antes comprobar cómo la gente parecía reprenderlo con la mirada.
Sabiéndose un llorón de cuidado, y antes que fuese demasiado tarde, recurrió a sus gafas de sol que llevaban un par de días olvidadas en el fondo de la mochila.
Enriquecidas de nostalgia, las imágenes no cesaron en su venial ataque, parapetadas esta vez en la piedad de esos oscuros cristales. Entonces, fueron los atestados andenes de la Estación de Atocha; la nieve de enero sobre la Avenida de la Reina Victoria; los tibios adoquines de la Plaza Mayor y hasta un herrumbroso O’Higgins junto al Puente de Los Franceses, los elementos que vinieron en tropel a desconcertarle los sentidos y a humedecerle la cara.


Ya dejado atrás el Paseo Huérfanos y a poco de internarse en su querido Barrio Lastarria, sintió un golpe de corriente que interrumpió la secuencia de esas imágenes y que dejó en blanco los cristales de sus gafas.
Al principio, negándose en redondo a hacerlo, y luego, aceptándolo sin remilgos, giró la cabeza. Y esbozó una leve sonrisa cuando, rendido a la evidencia, comprobó que aquel hombre, ya cansado de afirmar murallas, caminaba a su lado, sin muestras de rencor y plagiándole los pasos....

( Claudio Olivos - Junio 9 de 2010 - Barrio Lastarria, Santiago de Chile )