martes, 23 de febrero de 2010



Festival Internacional de

la Canción de Viña del Mar

( Edición 51. La del Bicentenario )


( La Concha Acústica, en pequeño.... Menuda "bacalá" de foto. Lo siento, no pillé otra )


La redacción de este artículo coincide con la apertura de la 51ª edición del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, venido a llamar, en un "comprensible" -y por tanto, perdonable- arranque de originalidad patria, el Festival del Bicentenario.


Mediante un "emotivo análisis festivalero" pretendo convertirme en la voz del pueblo y del mundo entero. (Este, bueno.... lo mismo resulta un pelín desmesurado mi objetivo. Ya juzgaréis). Eso sí, antes de juzgarme, en las entrañas de este "documentado" artículo encontraréis una incorruptible defensa del Festival de Viña del Mar; el afán de ponerlo a salvo de pequeñeces conspirativas y el ánimo de reivindicarlo ante los inconformistas de siempre.
De modo que, con estas palabras, comienzo a poner en su sitio a cuanto "chaquetero", ignorante y amargado ose ponerse en medio o por delante. Y es que hasta puedo soportar que, gratuítamente, hablen mal de mis amigos. Pero, ¿de MI FESTIVAL? Ah no, eso sí que NO lo tolero.


Aviso para navegantes: se trata, ni más ni menos que de un mega, magno e híper festival. Un festival de dimensiones inconmensurables. O sea: "EL" Festival por antonomasia. O más aún: para cualquier chileno que se precie de tal, la más importante seña de identidad. Nada de poetisas o poetas; nada de mandatarios o dictadores; nada de vinos o manzanas ni de almejas o salmones. No señores: si hay “algo” por lo cual se nos puede señalar con el dedo en el mundo entero es por el evento de La Concha. (La acústica, se sobreentiende....)


Se me eriza el vello de sólo recordar las palabras del cuasi sempiterno y carismático Antonio, dirigiéndose a los miles de millones de telespectadores desperdigados por los cinco continentes y conectados a la transmisión "en directo y vía satélite, a través de…" Y qué decir del orgullo patrio que me embarga al rememorar décadas de pura delicatessen artística, con la presencia en el evento veraniego de estrellas de la talla de Krokus, Locomía, Pablo Ruíz, Mijares o Xuxa y sus Paquitas, por nombrar sólo a algunos de los más memorables o, sin ánimo de exagerar, algunos de los inmortales.


Así las cosas, y como un dato meramente anecdótico, resulta incomprensible lo que me ocurrió en 2004, nada más llegar a Madrid. Tuve la venial idea de efectuar una improvisada encuesta entre gente de distintas edades y abolengos. Durante un par de semanas estuve preguntando: “¿Conoce(s) el Festival de Viña del Mar?”. De las 100 personas consultadas, NINGUNA dijo conocerlo. (Incluso hubo 2 que dijeron algo así como “me suena de lejos. ¿Un Festival uruguayo? ¿O uno del Caribe?”.
Posiblemente sea la envidia o el mal perder de estos latino-europeos que nos miran por debajo del hombro. Gente que debe conformarse con asistir a festivaluchos carentes de toda repercusión. Eventos del tipo Rock in Río, Benicassim, el De La Pilarica o tantos otros repartidos por la geografía española.
Lo mismo me pareció una soberana muestra de incompetencia periodística la cobertura dada a nuestro festival en la televisión hispana. Así por ejemplo, en el 2005, en la cadena pública y durante el telediario nocturno, se gastaron la “friolera” de 35 segundos para informar acerca de la actuación de Bisbal. Aunque en la cuña todo cuanto alcanzaron a decir fue “y esta vez David no se ha caído”. En fin, que si la envidia fuese tiña....


Pero nosotros a lo nuestro. Y es que la parrilla del 2010, -como todo Bicentenario se merece- está para frotarse las manos y los pies al unísono. ¿O es que alguien se atrevería a poner en duda el invaluable aporte de gente como Reik, Fanny Lu o Anahí? ¿O cuestionar la calidad musical de Américo o La Noche? ¿O el revolucionario contenido letrista de Tito el Bambino o de Don Omar? ¿U oponerse a que a todos estos próceres se les otorguen las credenciales como beneméritos habitantes del Olimpo de la Música y el Arte?
Pues si alguno se atreve, que se manifieste. Bueno, con argumentos de peso. Bah, qué cosas digo. Pamplinas y patrañas. Ignorancia pura.... Eso es todo cuanto pueden esgrimir los que discrepen conmigo.


Ahora, todo sea dicho, es cierto que, -y aplicando la objetividad que me caracteriza- no es un evento perfecto. Así, como cada año, la noble y democrática idea de satisfacer a gente de dudoso gusto o sensibilidad musical, lleva a esa pléyade de lumbreras organizadoras a incluir en el show números de relleno o de “menor calibre”. (Lo entiendo Señora Reginato. La culpa no es suya). De modo que, y ya echadas las cartas, deberemos recurrir al bostezo furtivo, respetuoso y tolerante cuando, durante la semana, Los Jaivas o Los Cadillacs se suban al escenario, ofreciendo repertorios trasnochados y anclados en tiempos ya idos. O cuando el mismísimo Raphael de España pise La Concha con sus poses de divo y su histrionismo íbero.


Volviendo a lo más valorable del Festival. Mención aparte para la “Competencia Internacional”. Cuna de un centenar de canciones que, merecidamente, se han ganado un lugar en la historia de la música universal. Canciones que forman parte del colectivo de generaciones y generaciones. Canciones que, por decir algo, han tenido una repercusión semejante al “Imagine” de Lennon o al “Knockin’ on heaven’s door” de Dylan. Como no pretendo abrumaros con tanto dato enciclopédico, esta vez omitiré mencionar el título de alguna de ellas. Sólo he de decir que, al recordarlas, el culo se me eleva a un par de centímetros de la silla y el teclado se desgobierna y amenaza con coger la Ruta 68 rumbo a la Quinta Vergara misma.


Pero claro, como "lo muy bueno muy poco dura", el próximo martes 2 de marzo, ya todo será parte de la historia. Entonces, el país y el planeta recuperarán su ritmo normal. Será la hora de recuentos y valoraciones. Sin ánimo de pretender dármelas de pitoniso, puedo asegurar que el Festival del Bicentenario será recordado por todo lo alto durante años, siglos incluso....
Nostalgia mediante, sólo nos quedarán aquellas Antorchas –y una que otra Gaviota- otorgadas por "El Monstruo", ese público, ante todo, docto, ecuánime y exigente. Y es que todos sabemos lo extraordinariamente complicado que resulta para los artistas arrancarle alguno de estos trofeos a esos 15.000 jueces que noche tras noche rugen cual dragón de la mitología de las Achupallas o de la Gómez Carreño....


Un último apunte. Lo de La Reina. ¡Madre mía! ¡Cuánta combinación de belleza e inteligencia paseando por la piscina del O’Higgins! Yo, fiel a mis principios, voy por lo patrio. Si bien tanto la Carlita como la Arregui apuntan merecimientos de sobra en pos de ser coronadas y lanzadas a la piscina (para deleite de las portadas de prensa), he decidido que voy a muerte con la políglota actriz, presentadora y modelo. En mi decisión concurren tres poderosas razones para votar por la Ochoa. La primera: ya bastante ha sufrido, ya demasiado se ha vilipendiado a esta gran “libre-pensadora” chilena. Si se la proclama reina será, en toda regla, un acto de justicia. Y ya se sabe que "la justicia tarda, pero llega..." Las otras 2 razones -y lo digo sin ánimo de frivolizar el artículo- “naturalmente”, saltan a la vista....


Me despido lanzando una advertencia a esa inmensa minoría. Para quien el Festival no sea de su agrado, que sepa: no será suficiente con matar las horas en el Mega o en Chilevisión; ni en el Cable o alquilando una película. Y para los más fundamentalistas: tampoco será suficiente con irse a otro país o a otro continente huyendo de este influjo planetario. Sabido es aquello que decía Vodanovic o lo que diría esta noche Felipe:


“Buenas noches Fessstival. Buenas noches a los miles de millones de telespectadores desperdigados por los cinco continentes, conectados a la transmisión en directo y vía satélite, a través de....”


¡Monstruo! ¡Qué digo Monstruo? ¡¡¡ Monstruos todos !!!


( Claudio Olivos - Febrero 23 de 2010 - Santiago de Chile )

( "Y no en VIÑA DEL MAR, muy, pero que muy a mi pesar...." )

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