"Inquisición y Desahucio"
Entre los años
2005 y 2006 viví en el barrio de Vallecas
–o Entrevías, para algunos-. Fueron poco más de seis meses compartiendo piso
con una chica polaca y su pequeño hijo en la Calle Sierra de Contraviesa, justo
al lado de una sede del PSOE. Durante ese tiempo pude comprobar buena parte de
lo leído y escuchado anteriormente acerca de este populoso sector de Madrid: cotidiana
y febril actividad en comercios de todo tipo, con especial abundancia de chinos y ultramarinos. Y de bares, claro
está: baretos a reventar en los
cuales, de la nada, te enzarzabas en acaloradas discusiones de política, fútbol,
religión o lo que se terciara… En primera persona pude comprobar, también, lo
que se viene en llamar auténtica vida de barrio, con un ir y venir incesante de
gentes, en recorridos que parecían adscritos a los límites territoriales de lo
vallecano; a toda hora y, a lo largo y ancho de sus mensuras, se dejaba ver en
gran cantidad una polifónica población inmigrante; bastantes niños jugando y
ancianos dando paseíllos, y, un nada despreciable número de encuentros y
desencuentros en transacciones de todo tipo entre sus habitantes, algo muy propio
de lugares densamente poblados.
En mi afán de
conocer el barrio al dedillo, no pocas veces me eché a andar serpenteando
calles hasta llegar a la Avenida de La Albufera; a menudo a través de Calle
Monte Igueldo y siempre, en dicho trayecto, adentrándome en la Calle Sierra de Palomeras.
En esta calle,
específicamente en un piso situado en el nº 10, vivió hasta ayer viernes 21 de
noviembre –y durante cincuenta años– la Señora Carmen Martínez Ayuso. Ni siquiera su longevidad ha impedido que se
llevase a cabo en su contra uno de los actos más abominables de nuestros
tiempos y de nuestro modelo de sociedad, un acto surgido al amparo de este
infame sistema capitalista. Pues sí, Doña Carmen ha sufrido un desahucio. El que fue su hogar durante
cinco décadas ha pasado a manos de un particular, el cual –muy posiblemente– se
esté partiendo el culo de risa, toda vez que por los 40 mil € que le prestó al
hijo de la anciana (quien avaló el préstamo con la que hasta ayer era su
vivienda) acaba de hacerse con el piso en propiedad. Una crónica periodística
dice: “el acreedor –Francisco M- se ha negado durante el último mes a aceptar un
alquiler social para Carmen”. El caso
es que este menda podrá venderlo ahora por cuatro
veces el valor de lo prestado: unos 160 mil €. O lo que es igual a la
cantidad en que estaba valorada la vivienda.
A
sus 85 años, Doña Carmen ha sido arrojada a la puta calle. Poca gente ha llegado
a enterarse de esta situación. Mucha, en cambio, no ha perdido detalles y llora
la dolorosa muerte de cierta prócer del título nobiliario y sus 88 tacos de botox y propiedades. (No confundir con
propiedades del botox); otra mucha
gente, lleva horas lamentando los primeros escarceos con la cárcel de una
tonadillera andaluza de gran voz y enorme descaro. (No escénico, precisamente).
Entre quienes sí se han enterado y han expresado algún sentimiento hacia esta
anciana están los 5 mil y pico usuarios de Facebook que en una entrada de un
medio de prensa digital, le han dado al “pulgar p’arriba” o sea, al “me gusta”
para de una manera poco reflexiva venir a decir –¿sin quererlo?–
algo así como “Venga, cómo me gusta
enterarme de que suceden cosas como ésta. Y que sigan desahuciando a los
vejetes y a todo hijo de Cristo…”
Tal
vez en esto último –a modo de referencia– radique el meollo del asunto. Ante situaciones así de
penosas e indignantes, el sistema siempre hallará la forma de irse de rositas y
conseguirá desviar la mirada. Es lo que propone. Y lo consigue. En las próximas
horas Cristianoabdomendeacero marcará algún golito; M€$$i conmoverá a muchos
exigiendo su enésima mejora salarial; Rajoy, –con esa chispa que le caracteriza–
llamará a la calma diciendo que en España aún hay menos parados gente
trabajando; luego, será el turno del puente de la Consticoncepción y de los
retretes –digo, de los retablos– y
escaparates navideños; más tarde, de los imprescindibles iPhone6 y mega
tablets, de la crónica rosa, de los últimos ajustes de Facebook y de la
procesión de turno. Para el sistema, con eso será suficiente. Con eso bastará
para convertir a Doña Carmen en una
cifra más, en un dato friki, en una anécdota del NO-DO de nuestros tiempos. En
lo concreto, nadie –ni siquiera su entorno más próximo, eso que llaman familia– hará algo por remediarlo.
Es
posible que alguna vez, en mis añoradas caminatas por los entresijos de
Vallecas, me la haya topado o incluso, hasta saludado. Pero a Doña Carmen no
pude advertirle cómo se las gasta este abominable modelo económico. No quiero
parecer oportunista, pero me hubiese gustado hacerlo. Sí, entablar una
conversación con ella, como hice durante mi estadía en Madrid con varios
representantes de la llamada tercera edad. En estas conversaciones, –y por algo que no logro entender– era normal que me hablasen de tiempos oscuramente
acaecidos en Hispania. Quizás con ella hubiese ocurrido más de lo mismo. Y claro,
hubiese traído a colación ese concepto que durante muchos años de mi vida se convirtió
en mi palabra o concepto más detestado: INQUISICIÓN…
La
conversación con Doña Carmen nunca tuvo lugar. Sin embargo, imaginarme ese
encuentro en Vallecas y verla, por ejemplo, huyendo de su piso en llamas hasta
tropezar conmigo, con su salud y su dignidad intactas, me resulta menos
doloroso que la jugada trapera con que el sistema la acaba de abofetear. En
cambio hoy, desde la distancia puedo ver cómo la han quemado a ella y al que
fue su hogar. Desde aquí le gritaría que no ha sido la Santa Inquisición. O no:
iría hasta allí y le susurraría que ha sido uno de nosotros: uno que lleva por
nombre la palabra, el concepto que desde hace algunos años considero el más malsonante,
el más detestable. Uno muy hijoputa que se hace llamar DESAHUCIO…
(
Claudio Olivos –Noviembre 21 de 2014 –Santiago Centro, Santiago de Chile )
N
de la R: esto lo escribí hace unas doce horas. Entonces, todo se veía y lo veía
del modo que lo he expresado.
Afortunadamente,
la plantilla del Rayo Vallecano me desmiente en parte, anunciando que se hará
cargo de pagarle el alquiler a Doña Carmen por el resto de su vida.
Destacable
gesto, sin duda. Ahora queda ver si esa noticia colgada en el Facebook del
mismo medio digital al que he hecho referencia en la nota, supera en más de
cien mil “me gusta” a los de la noticia misma del desahucio…
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