miércoles, 4 de junio de 2008



"El NO a Sabina (Y sus fundamentos)"

(VINCENT van GOGH - "A Pair of Shoes" - Paris, jul -dec 1886)


Tiempo atrás, me preguntaron acerca de Sabina. Y he de reconocer que cuanto dije en aquella ocasión, dista bastante de lo que me dispongo a decir ahora, que me lo vuelven a preguntar. “Oye, tío, ¿qué pasa que en la lista de tus preferencias musicales no pusiste a Joaquín? Mira que era larga y….”
Así las cosas, me explico: lo que me ocurría con Sabina es que no sólo me gustaba. No, lo que sentía por su música era lo más parecido a la veneración. Sintiendo eso, y una vez en Madrid, se sucedieron una serie de hechos que, poco a poco, comenzaron a desestabilizar dicha veneración. "Comentarios malintencionados…." "Envidiosos…." "Ignorancia extrema….", me dije, cada vez con menos convicción.El paso del tiempo permitió hacerme una idea más de primera fuente, o más directa. Una idea que acabó modificando las cosas. Y no me refiero a esa velada en su piso de Tirso con los príncipes ni menos que al tío le mole hasta la imbecilidad el toreo. Reconozco que se trata de situaciones que no comparto en absoluto, pero, que entran dentro de las reglas del juego, de la tolerancia, de aceptar que no todos pensamos igual ni cosa parecida.
No. Se trató de lo siguiente:

De dos momentos. En el mismo barrio y, por supuesto, con el mismo personaje como protagonista. Y, una vez vividos esos dos momentos, la triste confirmación de mis crecienes y fundadas sospechas.Un gilipollas. De esos en toda regla y con máxima nota. ¡Qué pena! ¡Y qué decepción!
Un gran letrista. A su modo, muy carismático. Un músico capaz de imponer la poesía más sublime sobre la peor voz de la historia.

Esa curiosa combinación nunca condicionó mi veneración. Para mí, Sabina era un grande, un referente, un artista de esos que marcan época.Y hablo en pasado porque desde la misma mañana en que el tío terminó de caerse del pedestal en que lo puse alguna vez, para mí, simplemente dejó de existir. Se rompió en tantos pedazos que me pudo más la pereza que el ánimo de recomponerlo. Máxima colaboración en ese desánimo prestó el hecho de comprender que al hombre le afecta el muy temido y extendido Síndrome Lavapiés.
Llevo años sin escucharlo. Desconozco si el tándem con el Nano todavía funciona o si, como le ocurrió con Fito, Serrat ya le ha mandado a tomar por culo. No me extrañaría. Yo ya lo hice y, si bien no le ha afectado en absoluto, me asiste la certeza de haber incluido en mi lista de preferencias, tal vez no a los mejor dotados, acaso no a los más contestatarios, quizás no a los más referentes morales....

Pero, de una cosa sí estoy seguro: en esa lista no hay sitio para quienes llevan careta ni para los inconsecuentes....



( Claudio Olivos - junio de 2008 - Plaza Mayor, Madrid )

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